En el momento adormilado de la noche,
Cuando el eco se pierde en la distancia,
Y sólo se escucha de los grillos su estridor,
Yo aguardo en solitario, y con paciencia,
En mi puerta, de su figura el esplendor.
Las luces son tenues y el vino está servido,
Aunque hoy no llueve, el tiempo es frío,
Yo solitario pensativo, y en silencio vacío,
Presumo, ante su ausencia y su desdén,
Qué me ha dejado marginado al olvido.
No detenga su andar, no demore su llegada,
Qué las plantas florecidas se marchitan,
Y la noche pesarosa, apática, se hace infinita.
Apresure su marcha, que la lluvia se avecina,
Ya mi voz áfona y en mi pluma se vacía la tinta.
Yo aguardo solitario, no demore su llegada,
Qué la noche sigilosa es cruel e indolente,
Y el tiempo pasa despiadado, indiferente,
Ya el vino está servido, no retrase su llegada,
Qué anhelo ver mi alma, en su mirada reflejada.
Cuando el eco se pierde en la distancia,
Y sólo se escucha de los grillos su estridor,
Yo aguardo en solitario, y con paciencia,
En mi puerta, de su figura el esplendor.
Las luces son tenues y el vino está servido,
Aunque hoy no llueve, el tiempo es frío,
Yo solitario pensativo, y en silencio vacío,
Presumo, ante su ausencia y su desdén,
Qué me ha dejado marginado al olvido.
No detenga su andar, no demore su llegada,
Qué las plantas florecidas se marchitan,
Y la noche pesarosa, apática, se hace infinita.
Apresure su marcha, que la lluvia se avecina,
Ya mi voz áfona y en mi pluma se vacía la tinta.
Yo aguardo solitario, no demore su llegada,
Qué la noche sigilosa es cruel e indolente,
Y el tiempo pasa despiadado, indiferente,
Ya el vino está servido, no retrase su llegada,
Qué anhelo ver mi alma, en su mirada reflejada.
Jonathan Diaz